lunes, 17 de junio de 2013

¡COMO LE LO PASÉ!


Me levanté a las siete y media. Llevaba despierto desde las 6:00. Cani se iba a trabajar y me preguntó si me iba ya. Hice bien mis labores y Jorge me espetó a las 10:00
     -¿Todavía estás aquí? Márchate ya.
    
    Y me fuí.
    Programé el Tom-Tom, (debía de estar enfadado conmigo porque no me habló en todo el camino). Pasé Alcalá, Guadalajara, Humanes, me desvié mal en una rotonda y tuve que dar la vuelta, pasé por Hiendelaencina y a las 12:30 llegué a Gascueña. Veri me había dicho el viernes que estarían en el pilón. En el pilón sólo había un gato que me miró despreciativo. Avancé y me fui a las afueras del pueblo. Volví al pilón y allí estaban Luisen y Veri. Que alegría me dió. Hacía décadas que no veía a Veri, a Luisen le había visto hacía poco. Luego llegaron el melenudo (Pacobis), el desmelenudo Juanma, Raúl, Miguel Angel, Lolo, Pepín... ¡Cuánta  gente!. ¡Qué emoción!. Con cuantos de ellos he dormido, me he empapado en Gudillos (los cabrones tenían preferencia por ir a Gudillos en pleno invierno y si llovía mejor), con cuantos de ellos maldije y juré no volver a subir Abantos  cuando estaba ya casi asfixiado (luego volví a maldecir y jurar tres o cuatro veces más), con cuantos de esos había contado chistes verdes (anoche conté el del manco) y con cuantos de ellos había cantado, sin entonar nada, (perdona Raúl) lo de D. Prudenciano y Doña Presentación.
Ahora tenía que reconocer (y no soy médico) a todos esos señores, con sus esposas algunos, que había allí. Yo les dejé con 18 o 19 años y ahora tenía que reconocerlos casi 40 años después.
    No hubo problemas. Nos reconocíamos todos. Con barrigas, ojeras, canas, alopecias y como ha dicho el Sr. Nieto, pusimos verde al Gerardo, al Alejandro... Nos acordamos también de mucha gente que vimos en las fotos de Miguel Angel y Paco, perdón Javier Nieto.
    Cantamos, bebimos, paseamos, Veri encendió el "fuego de campamento" y la "Flor Roja" nos alumbró.
    A las dos y media de la madrugada, bajo un increible manto de estrellas, echamos el cierre y nos fuimos a dormir; bueno corrijo Luisen se fue a dormir  yo  le velaba el sueño (¡¡¡Como ronca el cabrón!!!). 
    Por la mañana atendimos todos las lecciones de mecánica de Lolo y Pacobis y los comentarios del filósofo Pepín, previos al desayuno y luego hemos desayunado, nos hemos reido y lo hemos pasado bien. Yo me tenía que volver a Madrid, pero antes hemos quedado en organizar otra en mi casa (no sé si cabremos todos, pero ya nos apañaremos). 
    Ya por la tarde le he contado un poco a mi hermano y se le han pñuesto los dientes largos.
    Bueno, resumiendo, me lo he pasado genial.
    Un abrazo a todos.  Muchas gracias a los intendentes, cocineros, hospederos, Mª Angeles, Bárbara... A todos.
    Siempre listo para servir.
    Jesús (el del trípode)


domingo, 16 de junio de 2013

CAÍDOS EN EL AGUJERO


Ahí andamos todos, escribiendo torpemente las páginas de nuestra vida. Unas nos salen con renglones derechos y buena caligrafía, otros torcidos, a veces se nos caen borrones que no hay “borrador de tinta Milán” capaz de enmendarlos, otras tenemos que volver a escribirlas porque nos habíamos equivocado….Alegrías, menos alegrías, éxitos, menos éxitos, cabreos, culpabilidades propias o ajenas, felicidad, penurias,… Todo lo que vamos construyendo, más o menos sólido, en nuestro paso por la vida. “Cada uno se construye su propia estatua”, como nos enseñó el hermano Amado de María.
Pero a veces, muy pocas veces desgraciadamente, nos ocurre como a Alicia en el País de las Maravillas, que vamos tan tranquilos andando por el bosque, y nos caemos en un agujero. Dejamos de escribir y nos ponemos a sentir.
Eso me pasó a mí el sábado 15 de junio de 2013.
De repente estaba en Gascueña, un pueblo maravilloso hecho todo de piedra, y empezaron a parecer personas con las que había escrito unas cuantas páginas en de mi vida, justo de las primeras, en ese tránsito infancia – adolescencia – madurez que, según dicen los eruditos psicólogos, son las que van a marcar el resto de nuestras vidas.
Y todo estaba igual y todos estábamos igual. Bueno, no del todo. El departamento de maquillaje se había encargado de quitar o poner kilos, las nieves del tiempo platearon algunas sienes y barbas, algunos tenían un pelo insultantemente largo, otros seguían sin pelo… después de cuarenta y tantos años.
¡Cuarenta años!
Vivía Franco y estudiábamos Formación del Espíritu Nacional con don Eugenio, pagábamos nuestros vicios con pesetas, no había móviles ni ordenadores, ni play stations, ir a Majadahonda era una aventura peligrosísima, ahorrábamos para irnos a pasar un campamento de semana santa nevado a Peguerinos y llegar en tren a Cercedilla (primero Las Rozas y después Las Matas) suponían tremendos madrugones y llevarte un bocata porque el trayecto era largo.
Bueno, pues todo eso volvió de repente, no como un golpe, sino como un zarandeo suave para hacernos ver la realidad de lo que verdaderamente es real: vivir.
Después de los primeros “¿y qué es de tu vida?”, pregunta a la que nadie respondió, porque la pregunta tiene tela, seguimos hablando de las cosas realmente importantes. Lo cabrón que era el Gerardo, los fríos y calores que pasamos por esos mundos de Dios, o las feroces batallas de pedos en Orea del Pinar que luego se extendieron a otros lugares.
Llevábamos chuletas en forma de fotografías para ayudarnos a asocias caras y nombres, pero ni hizo falta.
De repente resultó que todos nos sabíamos con letra y música, canciones que no habíamos cantado en muchísimo tiempo, afirmamos a los cuatro vientos que no tocamos la lira en el foro romano ni perseguimos cristianos, que éramos el buen Nerón, recordamos con cariño a los ausentes, nos comimos un arroz con conejo para chuparse los dedos y nos tomamos un “café de diseño” que merecía no tener que acabarse nunca.
¡Estábamos vivos y viviendo! No hablamos de la crisis, ni de Bárcenas, ni de los ERE ni de la prima de riesgo, porque no había lugar para ello. Hablamos de lo importante.
Por eso, cuándo volvía en el coche saliendo del agujero en el que me había caído, volvían a mi cabeza todos los otros temas de los que no había hablado, las páginas de nuestras vidas que teníamos que poner en común, como hicimos con las canciones, los vericuetos por los que habíamos pasado para volver a juntarnos, a qué nos dedicábamos ahora, si teníamos hijos o incluso nietos, qué querríamos ser de mayores, cuáles eran nuestras luchas para conseguir ser felices y cómo iba nuestro pulso con la otra realidad, con la que estaba fuera del agujero.
¡Horas y horas de conversaciones que quedan pendientes!

¡Hay que solucionar más temprano que tarde este problema, compañeros!
Fco.Javier Nieto Suárez