jueves, 26 de abril de 2012

BLACK & WHITE


En el 2005, la insigne escritora Rosa Montero, publicó esta bella historia en su columna habitual de El PAIS. A resultas de la navegación de los internautas, se ha rescatado recientemente, y hace unos meses se convirtió en lo más leído del mes.
Es sublime, y da que pensar. Gracias Rosa
"Estamos en el comedor estudiantil de una universidad alemana. Una alumna rubia e inequívocamente germana adquiere su bandeja con el menú en el mostrador del autoservicio y luego se sienta en una mesa. Entonces advierte que ha olvidado los cubiertos y vuelve a levantarse para cogerlos. Al regresar, descubre con estupor que un chico negro, probablemente subsahariano por su aspecto, se ha sentado en su lugar y está comiendo de su bandeja. De entrada, la muchacha se siente desconcertada y agredida; pero enseguida corrige su pensamiento y supone que el africano no está acostumbrado al sentido de la propiedad privada y de la intimidad del europeo, o incluso que quizá no disponga de dinero suficiente para pagarse la comida, aun siendo ésta barata para el elevado estándar de vida de nuestros ricos países. De modo que la chica decide sentarse frente al tipo y sonreírle amistosamente. A lo cual el africano contesta con otra blanca sonrisa. A continuación, la alemana comienza a comer de la bandeja intentando aparentar la mayor normalidad y compartiéndola con exquisita generosidad y cortesía con el chico negro. Y así, él se toma la ensalada, ella apura la sopa, ambos pinchan paritariamente del mismo plato de estofado hasta acabarlo y uno da cuenta del yogur y la otra de la pieza de fruta. Todo ello trufado de múltiples sonrisas educadas, tímidas por parte del muchacho, suavemente alentadoras y comprensivas por parte de ella. Acabado el almuerzo, la alemana se levanta en busca de un café. Y entonces descubre, en la mesa vecina detrás de ella, su propio abrigo colocado sobre el respaldo de una silla y una bandeja de comida intacta.
Dedico esta historia deliciosa, que además es auténtica, a todos aquellos españoles que, en el fondo, recelan de los inmigrantes y les consideran individuos inferiores. A todas esas personas que, aun bienintencionadas, les observan con condescendencia y paternalismo. Será mejor que nos libremos de los prejuicios o corremos el riesgo de hacer el mismo ridículo que la pobre alemana, que creía ser el colmo de la civilización mientras el africano, él sí inmensamente educado, la dejaba comer de su bandeja y tal vez pensaba: "Pero qué chiflados están los europeos".

martes, 24 de abril de 2012

OPUS de PABLUS







POR FAVOR, POR FAVOR....






domingo, 22 de abril de 2012

CASA DE LA CUEVA 2012


SE BUSCA...


EL FANTASMA DE LA CASA DE LA CUEVA
por Javier Nieto Suárez

La cosa empezó bien. Como siempre.
Unos se equivocaron de camping, otros de ruta con graves riesgos de quedarse colgados en cualquier bache, y los Nieto llegaron los últimos, superando por breves minutos a Fernando Egido.
Besos, abrazos, presentación oficial del matrimonio Colás, felicitaciones al Comandante Abad en su onomástica, hasta que alguien tomó las riendas de la situación y, con un “¿Estamos todos?”, nos pusimos en marcha.
A falta de Josefina marcando el paso (todos te echamos de menos, pero especialmente Luisen), tomó las riendas el matrimonio Gómez Martín imponiendo el paso junto con el matrimonio Colás y el Egido, formando el frente peralejano, al que se unió Juan.
A pocos pasos el homenajeado Ricardo y Nieto, este último con unos pantalones de andar por casa absolutamente zarrapastroso, seguían la comitiva, junto con Pablo que no paraba de hacer fotos junto con Luisen.
Cerrando la comitiva, Alicia, Gloria y Ana hablaban de sus cosas.
Afortunadamente el camino estaba perfectamente señalizado y no hubo ninguna discusión sobre si coger uno u otro camino, y la confianza en los dos Gómez (Paco y Pablo) fue total y absoluta. Además, y echándole un pulso al alemán ese que esconde las cosas, todos recordábamos perfectamente el camino, habíamos estado allí cientos de veces y, casi, casi, recordábamos todos y cada uno de los pinos del camino.(¡!!!!!!)
El caso es que llegamos sin mayores dificultades que alguna respiración entrecortada a la tantas veces recordada Casa de la Cueva, que seguía allí, impasible el ademán y remozada esperando nuestra llegada.
Cuando alguien dijo, “vamos a hacernos una foto”, nos dimos cuenta de que faltaba Pedro.
“¿Alguien le ha visto?, ¿no se habrá quedado en el camping?”. La verdad es que nadie le había echado de menos hasta entonces. Para solucionar el problema de las fotos, todos los que llevaban cámara o i-phone se pusieron a hacer fotos como locos.
En esa primera parada, quien más quien menos, tenía cosas que contar de algo que le pasó en tan mítica casa: “te acuerdas de cuando el Cuqui…”, “¿qué será de Veri?” , “pues aquí había ratas…”, “¿y de Quintana?”……
Rememorando el pasado ninguno se dio cuenta de que a partir de ese momento empezaron a suceder cosas extrañas que narro seguidamente.
Por ejemplo, la fuente que estaba “junto” a la Casa, se había trasladado más lejos y había una subida de tres pares que ninguno recordaba. A alguien le pareció ver a una extraña figura con camiseta roja llena de iconos comunistas.
Pensando que el desfallecimiento y el hambre eran las causas de esas alucinaciones, hicimos una parada en la fuente y allí repusimos fuerzas. Lomo adobado, queso, bocadillos variados… todos pusimos nuestras vituallas sobre la mesa, de las que dimos cumplida cuenta antes de llegar al mirador de la Naranjera, que como todos sabíamos, estaba “ahí al lado”.
¡Los cojones, al lado! ¡Estaba lejísimos!
Paco Gómez dio una explicación aparentemente científica. Un arquitecto americano había planteado hacer un parque temático y había llevado el mirador unos cuantos kilómetros más allá. Bueno, ¡podía ser!.....
Marta, muy prudente, se quedó guardando los macutos junto a la carretera, mientras los demás descerebrados seguimos como las cabras hasta llegar al deseado mirador.
Y allí estaba. Imponente y majestuosa, la Santa Cruz del Valle de los Caídos nos recordaba la vergüenza de una guerra que da vergüenza recordar.
Más fotos del monumento (¡otra vez te echamos de menos, Pedro!) en las que, curiosamente, aparecía como arte de magia el fantasma de la camiseta roja al que nadie había invitado.
La vuelta al camping fue tranquila y reposada porque era pronto y Paco Gómez había reservado la comida a eso de las 15,00 h. Se fueron formando los corrillos habituales hablando de elefantes, de monarquía, de qué jóvenes que éramos, de que había que volver pronto para ver el vigesimonoveno partido del siglo,….
Tras las cervezas de rigor (que al faltar Sánchez, no fueron tantas, aunque el matrimonio Colás marcó un buen nivel), los que andaban con el colesterol bajo se trasegaron un cocido completo, y los que estaban peor de salud se tomaron un pastel de vegetales varios y un bacalao.
Sin tiempo siquiera para tomar una copita de despedida por culpa del futbol de los huevos,  y tras los abrazos y besos de rigor, se dio por concluida la salida a la Casa de la Cueva con el recuerdo del fantasma brujuleando por nuestras cabezas.
Continuará, dios mediante, en Valladolid…….