lunes, 1 de agosto de 2011

REGRESO A PERALEJOS DE LAS TRUCHAS

AUTOR: Fco Javier Nieto Suarez
La cosa no empezó bien.
Se trataba, en principio, de aprovechar un puente en el que solamente aquellos trabajadores que habían cumplido, tenían el derecho de disfrutar. De todos los previamente inscritos, solamente Pablo y Nieto cumplían los requisitos.
Nieto inquisidado
En el plan descrito por el comandante Gómez se preveía el descenso a una cueva, lugar de juego para niños que acaban de dejar de tomar el pecho. Pedro Sánchez se acojonó y poniendo unas excusas que solamente él comprendía, se borró de la actividad.
Lo peor vino cuando la señora Feli se cayó, se rompió el brazo y tuvieron que hospitalizarla. Esto supuso que Gómez y María Jesús tuvieran que ir a cuidarla a Guadalajara, dejando en el aire nuestra salida y el alquiler ya previamente hecho en los apartamentos de Gonzalo.
Tras un intensísimo cruce de e-mails, se decidió no anular la salida y, aunque desperdigados, todos llegaríamos a Peralejos. En una primera avanzadilla llegarían Pablo y Nieto, después Ricardo y el valeroso Pedro en el coche de línea, y ya y en su propia locomoción, Juan y Gloria por un lado, y Alicia, Margarita, Luisen y Josefina por otro. El matrimonio Gómez hizo todos los esfuerzos por estar presente, pero la salud es lo primero y cuidar a la señora Feli era más importante para ellos y también para todos nosotros.
El primer destacamento formado por Pablo y Nieto asumió la responsabilidad de la intendencia, y nada más llegar a Molina fueron a la tienda que previamente había indicado Gómez, e hicieron acopio de las vituallas básicas pensando en la salud de los que andaban un poco bajos de colesterol (panceta, careta de cerdo, morcillas, chorizo,..). Con la satisfacción del deber cumplido, fueron a reponer fuerzas al restaurante “La Ribera” y, después de una frugal comida y para hacer tiempo hasta que llegara el segundo destacamento a Molina en coche de línea, hicieron una excursión al barranco de la Virgen de la Hoz. Allí, después de ascender los trescientos escalones, disfrutaron de las maravillosas vistas sobre el barranco y pasearon y hablaron durante mucho tiempo, tanto que les dio tiempo a ascender y descender del mirador, tres o cuatro veces.
Vueltos ya a Molina, y tras una sesión de formación de conducción por parte de Pablo al señor Nieto, tuvieron un peligroso encuentro con la Santa Inquisición, que tomó preso a Nieto, y que solamente gracias a la intercesión de Pablo, prometiéndoles un Porsche para cuando fueran a Madrid, quedó libre.
Después, largo tiempo de espera al autobús proveniente de Madrid, mitigado con un par de claras de gaseosa y cerveza sin alcohol. Cuando por fin llega el autobús, Ricardo y el valeroso Pedro, se supone con las vejigas descargadas y sin sed, salen corriendo hacia no se sabe donde, tan rápido que a penas les da tiempo a Pablo y a Nieto de hacerles una llamada para que volvieran a la parada del autobús.
Los cuatro se encaminaron otra vez a “La Ribera”, donde les suministraron unos bocadillos con la intención de dar cuenta de ellos en La Común.
Si de algo nos vanagloriemos los scouts es de nuestro sentido de la orientación y, a pesar del tiempo transcurrido, a la primera dimos con el emplazamiento del antiguo campamento y a la sombra de la fuente (seca) y ya casi anocheciendo, nos trasegamos nuestros bocatas como unos reyes. Con la mente limpia, el espíritu vivo y la barriga llena, tomamos camino a Peralejos donde ya nos estaban esperando el matrimonio Moreno que nos dispuso las habitaciones en un santiamén. Es de hacer notar el excelente espíritu scout de Ricardo y el valeroso Pedro, que gustosamente cedieron una habitación para él solo al profesor Nieto, muy fatigado por haber conducido durante todo el viaje.
Tras una rápida inspección nocturna por el centro urbano de Peralejos y la visita a los lugares típicos, en la que dio tiempo a emocionantes encuentros con los viejos amigos que todavía se conservan, volvimos a los “apartamentos Moreno” bajo un manto estrellado y alguna discusión sobre si veía mejor Casiopea que Orión, descansamos todos después de tan fatigoso día.
A la mañana siguiente, ansiosos por disfrutar de la naturaleza del Alto Tajo y casi con las primeras luces del sol, el valeroso Pedro se fue a hacer fotos, Nieto subió y bajó La Muela en un santiamén y Pablo y Ricardo ayudaron al matrimonio Moreno a preparar un reconfortante desayuno que ingerimos con la voracidad propia de la edad en la que estamos, mientras esperábamos la llegada de los demás componentes de la expedición.
El fuego de la barbacoa
Juan y Gloria llegaron puntuales (¡por fin!, después de larga espera que nos hicieron padecer en la anterior salida al camino Smith) y, tras hacer un repaso de lo acontecido el día anterior, se decidió que nos habíamos quedado cortos de papeo, y que el último retén de excursionistas que venían con Luisen, debieran hacer acopio de más comida.
Así las cosas, y ante la ausencia de liderazgo que le correspondía a Gómez, caímos en la molicie más dominguera y solamente se nos ocurrió ir a darnos un chapuzón al Tajo.
Juan, demostrando la sangre segoviana que corre por sus venas, se lanzó al río, seguido inmediatamente por Nieto, mientras que Ricardo y Gloria se mojaban un poquito los pies y el valeroso Pedro sacaba fotos. Fue en esos momentos donde apreciamos el deplorable estado del pié de Pablo que, en un alarde de dignidad y saber estar, había estado sufriendo en silencio y soledad como si de mismísimas hemorroides se tratara. Pablo, sin cachondeo, háztelo ver.
Mientras el primer destacamento gozaba del frío del río Tajo por sus tobillos, y compraba no más de media docena de botellines de cerveza, el segundo y sufrido destacamento se iba aproximando a Peralejos con nuevas viandas, hasta que se produjo la reunión de la tropa al pleno.
Abrazos, risas y bromas que duraron hasta que el valiente Pedro dijo: “Tengo hambre”.
Como movidos por un resorte, cada uno ocupó su lugar. Alicia, Margarita, Josefina y Gloria se encargaron del alojamiento. Nieto, Juan y Luisen, ayudados por Gonzalo, se encargaron de recolectar leña y encender el fuego para que Pablo pudiera hacer honor a su estrella Michelín en barbacoa. Pedro seguía haciendo fotos y poniendo pegas: “No hay suficiente fuego”, “tengo sed y hambre”…
Todos con nuestra camisetita....
Así, entre bromas y veras, Pablo sudando mientras daba la vuelta a la panceta, y Ricardo jugando con el i-phone de Nieto, fueron cayendo aperitivos, botellines y comentarios. Rápidamente desaparecieron el chorizo y la morcilla, después le tocó lo propio a la panceta y si no es porque pensamos que algo habría que dejar para cenar, hubiéramos dado cuenta de todo lo comprado.
Como uno de los lemas scouts es “dejar las cosas como las has encontrado o mejor”, recogimos los enseres no utilizados y ayudamos a que Ana pudiera meter las cosas en el lavavajillas.
Los Quiñones
La verdad es que estábamos ansiosos por comenzar nuevas aventuras, pero el espíritu de Gómez sobrevoló nuestras cabezas y, frenando nuestros naturales impulsos que nos llevaban a la acción, decidimos todos, y como homenaje a nuestro comandante ausente, echarnos la siesta.
Muy breve pero reparadora.
Rápidamente volvimos a ocupar nuestros lugares en los coches y nos encaminamos hacia la Laguna de Taravilla. Ya allí, y mientras Pablo se descalzaba para que su maltrecho pié (que te lo tienes que cuidar, joder) descansase, Josefina se hizo cargo de la situación, y ante un mural indicador de diferentes rutas, ella misma y un grupo de arriesgados aventureros descendieron hacia el río Tajo. Alicia y Margarita, muy Akelas ellas, se quedaron cuidando del “pié tierno” de Pablo. (Ojo. Me refiero al pié físico, a la extremidad, no al estado de conocimientos escultistas).
El caso es que tras un peligroso descenso hasta el río, el grupo de aventureros se escindió. El grupo capitaneado por Josefina y formado por ella misma, Luisen, Gloria y Juan, cruzó el bravío cauce, mientras que el otro grupo integrado por el valeroso Pedro, Ricardo y Nieto, se quedó ramoneando por allí cuando descubrió a tres hermosas oseznas que andaban perdidas.

 Una vez reagrupados, cada uno de los equipos contó sus experiencias en un improvisado fuego de campamento, y volvimos a nuestro alojamiento en Peralejos. Ya allí, nos pusimos nuestras mejores galas para asistir a la cena de despedida y degustar los platos que nos prepararía nuestro chef Pablo.
La realidad superó nuestras expectativas. Compartiendo mesa con nuestros hospederos Gonzalo y Ana, la comida desaparecía rápidamente de nuestros platos entre bromas y chanzas, hasta bien entrada la noche.
Como colofón, bajamos al bar de la Juana a tomar la copa de despedida, excepto Ricardo. Cuando la señora Juana, como siempre muy cariñosa nos preguntó por él, le hicimos bajar, pero cuando llegó ya se había ido a la cama.
Apurada la copa, volvimos a nuestro refugio deseosos de descansar de tantas aventuras. Afortunadamente fue así para los espíritus puros y con la conciencia tranquila.
Fantasías nocturnas
Parece ser que Ricardo y el valeroso Pedro no tienen las características mencionadas, porque durante el desayuno del día siguiente comentaron a viva voz que no habían podido pegar ojo, al parecer porque había bajado del monte un jabalí en celo que no había parado de hacer ruido.
Los demás nos miramos extrañados, porque ninguno había oído tantos ruidos, pero ellos juraban y perjuraban que parecía que el jabalí estaba en el mismo apartamento. Nieto, que era quien compartió apartamento con ellos, tampoco oyó nada.
Desayunamos también opíparamente, aunque con una cierta tensión en las miradas que le dirigían a Nieto, tanto Ricardo como el valeroso Pedro, culpabilizándole de no se sabe qué fantasía.
Terminado el desayuno, y tras los cariñosos besos y abrazos de rigor, mientras Pedro seguía haciendo fotos, nos encaminamos hacia nuestros coches poniendo fin a otro espléndido fin de semana vivido entre amigos.

7 comentarios:

  1. Que bien escribe el Sr. Nieto.
    Cuanta verdad sale de su pluma. Tanto D. Ricardo como mi persona, tuvimos alucinaciones. No hubo ningún jabali celoso, pululando por nuestro apartamento. Todo fue fruto de nuestra imaginación. Ricardo y yo dormimos plácidamente.
    Siento no tener la fotografía del Sr Nieto subiendo a la Muela. Me quedé sorprendido de tanta fuerza física.

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  2. El Sr Nieto dice que soy un cagao, pero fue en Peralejos cuando unas piedras enormes caían a mi alrededor mientras mi cuerpo rodaba al profundo Tajo. Desde ese momento padezco de vértigos y cagaleras por las alturas.
    Estoy en fase de superación de semejante trauma, sobre todo cuando ví a Pablo y Nieto subiendo por las escapadas cumbres de la Muela. Sentí mucha envidia y creo que ya he empezado a superarlo

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  3. ¿Cuando llega la crónica de NAVAGALMELLA?

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  4. Dos puntualizaciones:
    1- El Kun Agüero estuvo invitado a venirse a Peralejos pero se excusó diciendo que estaba buscando a su madre por todos los burdeles de Argentina. Por fin la encontró en una barra americana en Manchester. Ahora parece ser que está buscando a su padre, a quien tampoco conoce, ayudado por su suegro y unos mágicos polvos blancos.
    2- Frase mítica de la sin par Alicia en la laguna de taravilla: "Ya yo no soy ni de ciudad ni de campo. Yo soy "de tiendas". ¡Maravillosa Alicia! ¡I love you!

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  5. Por fin!!! alguien respira!!!
    Lo de Hamster Pesimista hacía más de 30 años que no lo oía.
    Bienvenido al club bloguero!!!!

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  6. Como no mandéis más crónicas, os voy a meter el dedo en el ojo. El que avisa no es traidor.

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  7. Puedo asegurar que a mí me lo han metido hasta la Trompa de Eustaquio!!!!

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